La Selección Española de Fútbol, campeona de la última Eurocopa, encontró en la disciplina una de sus claves internas para alcanzar el título. Bajo la dirección de Luis de la Fuente, el grupo consolidó una identidad que va más allá del talento deportivo: se formó una auténtica familia, pero con reglas estrictas de convivencia que todos debían cumplir.

Durante la concentración en Alemania, las normas internas impuestas en el seno del equipo fueron fundamentales. Los capitanes, alineados con el cuerpo técnico, avalaron un sistema de sanciones económicas por incumplimientos, especialmente por retrasos a comidas, reuniones o charlas. Las multas ascendían a 100 euros por minuto de tardanza en sesiones regulares, y hasta 200 euros por minuto en días de partido, además de un mínimo inicial de 1.000 euros por infracción.

Las sanciones acumuladas durante el torneo llegaron a totalizar 80.000 euros. Sin embargo, el gol de Mikel Oyarzabal en la prórroga de la final ante Inglaterra no solo selló la victoria, sino que trajo consigo un gesto simbólico: el perdón de todas las multas impuestas. Un reconocimiento al compromiso colectivo y a la meta cumplida.

El modelo de gestión dentro del equipo ha recordado a lo que ya había conseguido Sergio Scariolo con la selección de baloncesto: cohesión, responsabilidad y orgullo de pertenencia, pilares de una generación que ha devuelto la gloria a la Roja con reglas claras, unidad y resultados.